23 diciembre, 2009

Murarena


Murarena

Jorge Rossi

Colección Poesía -20-

180 páginas.

En una ciudad sin trayectoria novelística en 142 años de vida (Villa María) exceptuando un puñado de libros folclóricos y olvidables, la aparición de “Murarena” de Jorge Rossi es un hito que merece una celebración por partida doble. Porque se ha vuelto a un género que era patrimonio de una burguesía artística estancada. Y porque la factura final del libro trasciende todo localismo para inscribirse en la vanguardia argentina.

Vértigo narrativo, capítulos breves, pasmosa naturalidad para describir sin efectismo y depurada fluidez para escribir sin afectación; hete aquí algunas de las características de la prosa de Rossi. Pero una constelación de recursos no valdría nada si no sirviera para “revelar” lo oculto. Y es lo que sucede en esta novela donde las historias que se entrecruzan muestran al contraluz y con precisa nitidez, un esqueleto semipodrido por el cáncer; excelente radiografía de la sociedad argentina del Siglo XXI y de su “zoocracia”, como escribiera Baudelaire acerca de los gobiernos del Siglo XIX.

El intendente (“Gestionador”) de “Villa Santa” hace vidriar el río para impedir que se bañe el pobrerío y lo contamine, quizás, de miseria. A esa ciudad ubicada “en algún lugar del sudeste cordobés”, llega María Cristina Murarena: una porteña que busca un viejo amigo y sobre todo, razones para seguir viviendo. Allí hablará con la chica del hotel y así comenzará el cruce de personajes y de clases sociales, trenzas con las que el autor-tejedor se hace un verdadero festín literario.

Si hay algo que yo quisiera destacar de “Murarena”, es la gran calidad de sus diálogos. O mejor dicho, el oído clínico conque el autor ha transcripto lo que se dice entre sí la gente en su ciudad. Desde la charla de una burguesa con su empleado, hasta la polifonía en un asado en los barrios pobres.

El autor, profesor de lengua y literatura en escuelas de la llanura, escribió esta obra encerrado en su casa durante las vacaciones de invierno. Y de esta forma se recibió de escritor y de alquimista. Hizo que el magro sueldo docente de julio se transformara en “mecenazgo nacional involuntario” para su ópera prima y que muchos escritores vuelvan a creer en los milagros.

Iván Wielikosielek

(Villa María, noviembre 2009)

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