El salto del dorado
Colección Poesía – 34 –
*
Una crucecita abre los brazos
allí, en medio de las plantas acuáticas
que se sacuden como cabellos. Una cruz
que se parece a mi cuerpo.
Y al lado
caras que nadan
picoteándola cual si fuesen pirañas,
en busca de los retazos
que olvidaron garronear. ¿Soy yo
el que vuelve a renacer? ¿Aquel
al que ya nadie quiere recordar? ¿Es por eso
que resurgen estos rostros encarnados
en el reverso del río
intentando devorar al fantasma
de mi pasado? ¿Por qué será
que le temen tanto a ese jovencito atrapado
en la red sangrienta del dolor?
*
Bajo este oleaje los sonidos se agravan
y un murmullo desde la superficie
hace vibrar a los cardúmenes.
Alguien hunde su mano
y con un manotazo agarra de los pelos
una cabeza que pasa flotando frente a mí.
Antes de emerger, abre los ojos
y la piel se le estira. ¿Será la parte inocente
que me mutilaron? Ahora comprendo
por qué ya no encuentro respuestas
a mis actos fallidos. Descreer
y descreer
de esos pescados que vuelven
para terminar de atraparme. ¿Y esa mano
que se detuvo un instante?
¿Tanto le envidiaron a aquel joven
que no colmó las expectativas
de un público interesado?
¿Acaso temen que pueda rearmar
la felicidad? ¿Creen
que me voy a vengar?
*
"Basta de quejarte" es lo que interpreto
suena desde la superficie. Son los botecitos
que pasan con los pescadores
y sus guías. Dentro de poco
llegarán a las islas. Si supieran
que estoy aquí abajo, observándoles
gracias al agujerito que una ola abre.
El motivo de su pesca es huir
de las obligaciones. ¿Y qué? ¿Acaso
yo no me encuentro acá
sin deseos de regresar? ¿Y por qué será?
¿Alguien puede explicarme la causa
de mi sumergida intemporal?
Igual, no quiero volver.
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