18 febrero, 2014

PALP

Palp Número 1
Revista de géneros

Año 1 - Número 1

160 páginas

Textos de:
ELVIO GANDOLFO
RAMIRO SANCHIZ

MARTIN CRISTAL
CESARY NOVEK
LUCIANO LAMBERTI
LEONARDO OYOLA
RODOLFO SANTULLO
DIEGO CORTÉS



De lo mollar al tuétano, ida y vuelta
Sebastián Pons

…comprendió que su sueño no había sido del todo suyo, sino en buena medida una compilación de leyendas mal interpretadas y películas de bajo presupuesto.
C. E. Feiling, El mal menor


Pulpa. La carne de la fruta. No el carozo, no lo que canta, no el alma al fin del cuerpo o un hálito de frutos rasgados en poder de los duendes. No la semilla, el germen, el mero signo de lo por-venir, la piedra angular; no el simiente —tampoco el cimiento— que estallará para que florezcan las grandes catedrales, los géneros mayores (narrativa, poesía, drama). La pulpa: lo sabroso, la mullida carnosidad donde se hunden los dientes, el jugo que salpica y chorrea.
La pulpa mollar, lo blando, lo fácil de digerir, la narrativa del lector fiel al policial, al terror, a la ficción científica, al fantástico, a la aventura. La pulpa, entonces, que cubre el carozo, las semillas, los gérmenes; los cobija, los acolchona, los protege. De esos embriones proceden las arquitecturas de la lengua; poéticas ancestrales, estilos cuasi eviternos y orfebrerías de palabras —de las que han brotado escuelas literarias— están en potencia en la propia semilla. Pero antes hay que roer y engullir la pulpa: por caso, la actual generación dominante y los nuevos clásicos de la literatura argentina se criaron leyendo historietas, leyendo a Chandler, leyendo a Dick; el propio Borges supo nutrirse de las seudo-épicas cercanas, de la aventura, de los llamados “géneros menores”, y Roberto Arlt es legatario del folletín. Incluso, sin cobardía ante el titán neblinoso de la historia, hundidos hasta la nuca en la genealogía, por ahí nos toparemos con el cervantino de la triste figura acodado sobre las historias de caballeros, tan de moda en una España de otro tiempo; y (sin movernos de época) también hallamos al propio Shakespeare, gran asimilador de relatitos populares o chusmeríos devenidos leyendas (como esos de naufragios que inspiraron La Tempestad). Así, frágil pero bien trenzada, resistente pero tierna, la pulpa ha envuelto y deleitado desde siempre, y ha empalagado y se ha descompuesto y ha debido regenerarse.
Porque también se trata de la pulpa medular, la arcana criatura de los tuétanos, la que habita el centro del carozo. Habitamos y somos habitados. Por eso, a las históricas tentativas de críticos y académicos, a la tajante opción todo (literatura, cine) es género o los géneros no existen —ya observada sabiamente por Elvio E. Gandolfo, uno de nuestros convidantes—, contestaremos todo es género y los géneros no existen. Como de ficción científica y fantasía se trata, como si a zambullirnos en la realidad nanométrica nos aprestáramos, las proposiciones no se excluyen mutuamente; más bien se irrumpen entre sí, se parasitan, y crecen, hongo del hongo del hongo, nutriendo/se y matando/se, liquidando/se y forjando/se, en un solo movimiento (que es muscular —como del miembro de un ser inabarcable— y, a un tiempo, se disgrega en su inútil esfuerzo tras la piel de las sombras).
Acordamos con Gandolfo en que “los géneros ‘menores’ cumplen un papel de refresco, de refuerzo de la literatura ‘mayor’”; pero entendemos (tenemos fe en ello) que es un camino de ida y vuelta, que las formas complejas y la estilización sumamente artística han enriquecido, a veces como tenia, otras como lluvia de fuego, a la ficción pulp.
La pulpa es el borde —en los confines de todo cosmos conocido e hipotéticamente en el más allá—. Es el borde exterior y el interior a la vez: delimita y une. “La ficción es una rama de la neurología”, escribió J. G. Ballard en el ensayito Notes from Nowhere, y, a la vez —en una consideración que recuerda la de la metafísica como rama de la literatura fantástica (Borges)—, una líneas más adelante sostiene lo contrario: “La neurología es una rama de la ficción: Los libretos de nervios y de vasos sanguíneos son las mitologías escritas del cerebro y el cuerpo”. Lo uno y lo otro, la lectura que se recluye y que abre en un mismo movimiento, ni sólo gran literatura ni sólo leve divertimento narrativo: eso es PALP.
Como un camarada temible o una mascota desbocada, PALP es el homenaje y el sarcasmo de aquella pulpa de papel que en las primeras revistas norteamericanas —las pulp fiction— protegía a una comunidad de lectores de género a la vez que los arrojaba al peligro de otra literatura. Ahí queremos estar, enlodados de pulpa, melifluos y gredosos, al límite, bordeando cualquiera de las manifestaciones posibles: interrogados por ese engendro externo que nos emergió al descuido; interrogando, a su vez, al bloque sofocante del aire exterior; interrogados, también, desde adentro por esa perturbación viviente que se ha aprovechado, para guarecerse, de las grutas hendidas en las partes deterioradas de nuestro cerebro. Pero interrogando al fin, de cualquier manera, con preguntas como las siguientes:
¿Cómo accionarían en la realidad sensible las miles de recónditas voces o el inmenso misterio que pudiera habitar el interior resplandeciente de un escritor? ¿Lo que se avecina en sueños es más temible que su émulo de la vigilia? ¿Qué sucede cuando, como un místico, se está en posesión de una verdad irrefutable y absoluta? ¿Cuánto cuesta el cariño hacia lo extraño? ¿La moral más violenta debe juzgar como entidad toda apariencia? ¿A qué sabe lo real para un incisivo profesional de lo aparente? ¿Qué podría emerger de un bosquecito lindero a la zona de asadores al costado de la Ruta 9? ¿Cuál es la velocidad de un síndrome en un entorno afectado por una apretada agenda criminal?

Interrogantes que convergen en PALP N° 1, y de cuyos rodeos, respuestas tentativas o hipótesis dislocadas se encargarán, respectivamente, Elvio Gandolfo, Martín Cristal, Rodolfo Santullo, Ramiro Sanchiz, Cezary Novek, Diego Cortés, Luciano Lamberti y Leonardo Oyola. Generosos convidantes de sabrosa pulpa. ¡Ay, lectores, como para no hundirle los dientes!

(texto editorial de Sebastián Pons)

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