Revista de géneros
Año 1 - Número 2
152 páginas
Textos de:
OSVALDO AGUIRRE
GUILLERMO BAWDEN
SEBASTIÁN PONS
FERNANDO MONTES DE OCA
IVÁN WIELIKOSIELEK
JUAN MANUEL CANDAL
LAURA PONCE
PABLO DOBRININ
JUAN MANUEL PORTA
JAVIER MATTIO
Ficciones y perspectivas
Sebastián Pons
Sólo podemos comprender, en realidad,el mundo que nosotros hacemos.Friedrich Nietzsche, La voluntad de poder
En la biografía ficticia Under the Hood, Hollis Mason (el primero
en encarnar al héroe enmascarado “Búho Nocturno” según la magnífica novela
gráfica Watchmen, de Alan Moore) nos
confiesa que en su niñez, ante el conflicto que significó para él ese abismo
que se abría entre las ideas de justicia de su abuelo y las manifestaciones
diarias de la vida brutal y envilecida de las ciudades, buscó refugiarse en la
moralidad predominante de la literatura pulp.
Esos relatos y los cómics de superhéroes le ofrecieron un mundo de valores
absolutos “…donde lo que es bueno nunca
estaba bajo la menor sombra de duda y donde el mal inevitablemente sufría un
castigo adecuado”. Hollis buscó en estas páginas aquello que le faltaba,
una resolución a ciertas angustias que brotan atizadas por las miserias
crecientes de gente real, una ética invulnerable a la ambigüedad. Y aunque,
siendo personaje ficticio, luego se dio el lujo —o, también podemos decir,
cometió el error— de llevar aquello a la práctica poniéndose una capucha y
saliendo a enderezar entuertos, lo cierto es que sus lecturas le dieron a
Hollis una mirada, un punto de vista, una perspectiva.
Si
pensamos, sin esforzarnos mucho, en inmensos como Philip K. Dick, en lo que Un mundo feliz, Fahrenheit 451 y 1984
nos legaron, en casos más cercanos como el fresco sobre la Argentina (¿y la
Latinoamérica?) de los 90 desplegado por C. E. Feiling en una simple novela de
terror, convendremos en que no son extrañas las relaciones de la literatura de
género con las ideologías, la política, los sentidos del mundo, las filosofías
y los idearios: todas modalidades o complejidades o variaciones de lo que
contemporáneamente se ha vinculado con la idea de perspectiva. No es extraño que, sin haberse puesto de acuerdo sus
autores, las cuatro novelas por entregas que se están publicando en revistapalp.wordpress.com ofrezcan
tantas observaciones incisivas vinculadas de una u otra manera a problemáticas
sociales. Tampoco lo es la aparición constante de publicaciones que van en ese
sentido: la colección “Saqueos en Greiscol” de la editorial Clase Turista, las
últimas policiales de un clásico como Ricardo Piglia, la producción full time de ficciones de género por
parte de autores como Leonardo Oyola, la reciente invención Mano propia de Nicolás Saraintaris, o
los numerosos proyectos —¡algunos en papel!— de corte folletinesco.
Los relatos de
ficción son lectura de mundo y se ofrecen para otras lecturas posibles;
manifiestan una crítica pero a la vez abren hacia críticas que se ubican (y
retozan o se incomodan) más allá de ellos mismos. Como sucede con Hollis y sus
lecturas pulp, nos dan bases, puntos
de fuga —en sentido plástico—, elementos y/o modelos para nuestras
construcciones, nuestras interpretaciones o las perspectivas desde las cuales
configuramos nuestra vida para poder comprenderla. Porque de otra manera… quién
sabe… de otra manera, ¿el caos, la deriva absoluta, un paseo espacial sin la
Tierra como referencia, un sistema entretejido de engaños donde cada espía es un
doble agente, la oscuridad inmensurable y en expansión de La casa de hojas de Danielewski, la mera vida sin intelecciones, sin
nosotros, sin nadie que la llame “vida”?
Hacia
lo que suponemos es el final de su autobiografía (recordemos que se trata de
fragmentos intercalados en la novela gráfica), Hollis Mason nos cuenta cómo
había decidido pasar los últimos años de su vida: cuando todo el asunto de los
héroes enmascarados se fue al diablo y un tremendo vacío comenzaba a amenazar
su porvenir, habiendo llegado, previamente, a la conclusión de que nunca había
sido tan feliz como cuando ayudaba a su padre a arreglar motores, el ex Búho
Nocturno abre un taller de reparaciones de automóviles. Ese sería su final
inmutable, el estado en que lo encontramos en el presente de la historia de Watchmen, una vida apacible tejida de
días idénticos y con un pasado memorable para traer al recuerdo y al relato
oral. Pero, lo sabemos, el mundo del cómic de Alan Moore (sus héroes, sus retorcidas
ideas de libertad y justicia, sus dirigentes) no es el del maniqueísmo sencillo
e inobjetable de las ficciones que agradaban a Hollis: como remate, su destino
se torna funesto porque su pasado de héroe no había finalizado; su perspectiva,
su mirada de moralidad historietil, se da vuelta y parece decirle, burlona: “nadie
escapa, nada se simplifica o corrige; cuando se lee pulp, géneros, ficción extrovertida y muscular, el mundo no se
desvanece, la gente no pierde tiniebla ni ambigüedad, la maldad no se
esclarece; por el contrario, cuando se lee esta literatura, se abren más los
ojos, la piel de la realidad se hace inmensa y se llena de imperfecciones,
baches, páramos irregulares. La capucha o el antifaz, mi querido Hollis, no son
velos, sino lupas.”
En
esta entrega, PALP se contamina de las
artes oculares de la ficción: la dignidad carcelaria, las desventuras de una
inteligencia artificial y la expiación de tiernas pulsiones, en las miradas de
Osvaldo Aguirre, Javier Mattio y Juan Manuel Candal; las recónditas ignominias
de lo pueblerino, el paulatino ascenso del deceso y los vecindarios de la
crueldad entre especies, desde los puntos de vista de Iván Wielikosielek, Laura
Ponce y Pablo Dobrinin; la encarnación convergente de la rebeldía, el
mesianismo científico-militar, las peripecias de un fletero y las brutalidades
de la experimentación, en las perspectivas de Sebastián Pons, Guillermo Bawden,
Fernando Montes de Oca y Juan Manuel Porta. Hidrátense los ojos, lectores: no
vaya a ser que tanta ilusión óptica los agarre lagañosos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario