12 agosto, 2009

Instrucciones para ser un Quijote


Instrucciones para ser un Quijote

Eduardo Senac

Colección Narrativa - 19 - 

104 Págs.

Introducción


Cuando Cervantes escribió En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..., se proponía apenas indicar una geografía en el espacio. Una precisión para sus contemporáneos. Ahora, para nosotros, es una inauguración imprescindible. Como vemos, el tiempo mejora las palabras.
Debemos agradecer esa colaboración a los siglos y también a los intrincados y difusos modos del arte. Todos sabemos que Cervantes quiso escribir una parodia de las novelas caballerescas y terminó construyendo una metáfora implacable. Sin embargo no es de ninguna manera la voluntad de este libro gastarse en otro análisis del cervantino; sí lo es aprovechar la prosperidad de su símbolo para postularlo en nuestra época. Puedo imaginar que el ejercicio no es inaugural, pero hay una vigencia casi irremediable, lógica, acaso ayudada tanto por estos tiempos rotos como por la curiosidad (o la morbosa burla), que puede resultar de dos gravemente distantes concepciones de la vida y también de la muerte.
Platón pensaba que Dios no es encausable; Jónico Jenofonte que ningún hombre conoce, y jamás conocerá, la verdad acerca de los dioses ni acerca de nada, pues si por causalidad alguno llegara a decirla, no podría sin embargo saber que dice la verdad.
Abultados siglos de historia nos separan de Platón y aún es profético. Jenofonte fue presocrático y en el siglo XX Wittgenstein estuvo de acuerdo. Quiero decir que, tristemente, no hemos aprendido nada, que cursamos las épocas sin elemental innovación. No es entonces desusado seguir sosteniéndonos de los pensadores antiguos y sus metáforas, ni seguir convidando al Quijote a nuestros días. Sospecho que sin saberlo ni quererlo el buen burgués hace que aquella figura desopilante y romántica aún no pueda dominarse.
Imaginaba yo, acaso como ejercicio lúdico, fantástico, pero también con algo de ingenuidad y redención, a nuestro entrañable caballero de la triste figura paseándose, agitándose por estas calles y entre estas gentes. Deseaba además, no sin locura propia, provisto con la oxidada armadura y su escuálido rocín, verlo romperse la cabeza contra los molinos de viento del siglo XXI. Pienso que, como todos los hechos grandes de la vida, tendríamos en un principio un divertimento y luego, al comprobar su tarea ciclópea y su derrota natural, un dejo de tristeza e incomprensión.
Es dable, imaginaciones aparte, observar una utilidad en la empresa quijotesca y es la fuerza del contraste y la belleza del anacronismo; también, ver que esa utopía es una hipótesis de la perfección, una aspiración a mejorar la maltratada y mal llamada realidad.
Léase este libro con toda la ironía y descreimiento que supone todo manual de ideales. Léalo usted para su intimidad, bajo un anhelo prohibido, tan inalcanzable como la oferta de un sueño y los amores de paso.

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