Javier Martínez Ramaciotti
Colección Bonzo - 06 -
64 páginas
De acuerdo a las leyes de la
termodinámica, en el final de “Los hombres huecos” (1925), T. S. Eliot imagina
que “Así es como el mundo acaba / No con una explosión sino con un gemido”.
Ramacciotti entabla un explícito diálogo con este texto, y lo da vuelta: en el
inicio mismo de su libro, todo comienza no con el estallido sino con un susurro
animal. A partir de aquí se despliega un libro de enorme potencia, donde el
texto es cuerpo, materia densa que engendra y pare, voz que entre el gemido y
la canción de cuna se pregunta por el valor del propio lenguaje. En un poema
repite insistente como una letanía: “yo no creo en la palabra / como se cree en
algún tipo de divinidad / aspiro mínimamente a detenerme en las líneas…”
En un mundo astillado donde lo que nace da alaridos en medio de un
edificio abandonado, este libro pretende detenerse en aquellas líneas que
permitan un mínimo recorrido, una topografía, el desmalezamiento de la tierra para
que “las huellas / se impriman mejor y podamos seguirlas”. Quizá sea poco, pero
es todo lo que tenemos. Sólo a partir de ese poco – afirma Ramacciotti – algo
se puede volver firme: el vapor de una llovizna traza los ideogramas de un
tiempo más acogedor.
Mario Ortiz
-***-
y es así como todo comienza
no con un estallido sino
con un susurro llama a su mamá que desapareció
ni bien lo despachó de su estancia amniótica
no tiene palabras en la boca no tiene palabras
en la mente hay brasas apagadas que aún humean
el humo atrae perros que imaginan carne chamuscada
y encuentran un bebé
durmiendo aúllan el grito del hambre y la sed que no se sacia.
así comienza todo
no con un estallido sino
con un susurro animal.
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