No sé por qué debe morir
Alberto E. Mazzocchi
Colección poesía -Edición Especial Número 1-
160 Páginas
Edición al cuidado de Iván Wielikosielek.
El Evangelio según Mazzocchi
Por Iván Wielikosielek
(fragmento del Apéndice del libro)
“Cuando el otoño golpeó con sus puños el alma y las calles dejaron pasar a los mendigos; cuando una vez más cayó la tarde con su viejo olor a lluvia en el impermeable de los pobres y la soledad se sentó en todas las sillas rojas de los bares, los poemas de Alberto E. Mazzocchi volvieron a leerse…”
“Volvieron los poemas de Mazzocchi al país de la lluvia.
Volvieron a imprimirse en el suelo y en los libros, volvieron a grabarse en el disco de las almas hundidas y en la plancha metálica de los corazones solitarios como un tatuaje indeleble...”
"He salido a buscar el misterio para vivir", dicen unos versos quietamente desesperados; mientras que otros, de un tono desesperadamente quieto, rezan que "Todo ha perdido su misterio/ en este horrible y ceniciento lecho de la lluvia".
Quizás esta sencilla antítesis entre lo que la poética de Mazzocchi sale a buscar y la desazón que su condición humana finalmente encuentra, sea una buena síntesis del péndulo que lo movió por el mundo.
Porque si algo podemos decir de Alberto E. Mazzocchi hombre, es que anduvo por la tierra con la loca sed de habitarla poéticamente. Y esa estética de existir dejó de ser estética para volverse acto religioso, credo y duda, sermón y herejía, poema y sentencia, verso y parábola, disolución en el abismo y resurrección de la piel, cruz de muerte y cruz de vida.
Y fue esa doble cruz justamente la que un día aceptó cargar. Porque a sus ojos de muchacho pobre y con un dios perdido, era el único camino posible para salvar lo más preciado de sí. Ese algo que aunque "aún no le habían dado" era suyo: lo más personal y lo más íntimo de su ser.
"Quiero ser lo que tengo, lo que llevo; aunque sea malo; pero es mío,/ mío mío mío mío mío mío", escribirá.
Y esa cruz transformará a Alberto E. Mazzocchi poeta en ese mesías que el otro Alberto E. Mazzocchi, el hombre, esperaba con el dolor de existir entre sus manos juntas de pobre.
Y esa cruz hará de su obra poética un evangelio, un mensaje sin tiempo ni fronteras; un testamento del cielo y de la tierra en la que habitó durante veintidós años, cuatro meses y dos semanas.
"Sin embargo, lo que está más adentro de la tierra es el dolor/ y yo estoy allí, en el fondo de la tierra,/ pero no espero ningún redentor : / Quiero el dolor porque es mío, porque soy yo,/ yo soy el dolor,/ porque yo soy el que siente, el que tiene sangre/ el sudor, las lágrimas, el llanto que es lo más humano,/ lo que tiene más vida, lo que no muere./ Puedo huir, desencadenarme, pero la libertad está en el sufrimiento/".
Y este poema tiene un título que también podría ser leído como un epitafio; "Para nadie, para mí mismo que después quedo solo".
“No seré el primero ni el último a quien, por algún designio del azar, le caiga en manos la poesía de Alberto E. Mazzocchi.
Tampoco seré el primero ni el último de aquellos que, habiéndose quedado con la brutal resonancia de sus versos en la sangre, haya salido a buscar al poeta y sólo haya encontrado el rastro apagado de un fantasma.
Para todos los que se aventuren a cruzar el umbral de estos versos y salgan luego a buscar a su autor, les diré que apenas si quedan apagados ecos de su paso por el mundo…”
“En todo caso hubo una sola persona sobre
Quizás a estas dos maneras de continuidad tan palpable como inmaterial se reduzca toda vigencia; la eterna perdurabilidad de todo Evangelio”.
*
Olvidaba decirte
que el mar guarda el secreto
que yo no escribí en las piedras mi nombre
ni dejé a propósito una huella en el suelo
encontré la verdadera tristeza en estos cadáveres de pájaros
pero si también he apartado la arena
fue por algo
no temas que las hierbas divulguen mi muerte
las hierbas guardan el secreto
y si he perdido alguna medalla hace mucho
en ellas no hay ninguna leyenda
no temas que en las medallas se diga algo de mi muerte
las medallas son demasiado pequeñas
para escribir en ellas una leyenda
las gaviotas no saben nada
saben de sus nidos y del día
y del alimento que flota en el agua
pero tú sabes que muchos bosques han desaparecido
pero en esos caminos lo único que puedes hallar
es la soledad
no temas
es la soledad que se nutre
y no mi manto ni mi blusa
ni un cabello mío que ha quedado en alguna rama
el viento también guarda el secreto
si inclina los árboles las ramas altas de los árboles
y desparrama las hojas pequeñas de los pinos
o si despeina un niño pobre
o si sacude la falda de una mujer pobre
no es para decir mi nombre
la noche está allá en el barranco
donde estuvo siempre allá en el barranco
este mar guarda el secreto
no dirá a nadie que he muerto.
*
EPÍSTOLA A DYLAN THOMAS
Te escribiré
que en todos los países hay ríos
mediodías sombras espíritus que se juntan
calabazas llenas de agua para que beban los que se han ido
maderos disecados y extraños de esquifes
donde se aferran las mujeres para llorar
donde sube un cangrejo
diversas muertes que aún no han terminado
medianoches
instintos
máscaras
raíces
nostalgias emponzoñadas que reposan en los vientres
lejos aún de todo incrustadas
árboles que nos recuerdan lo que hemos abandonado
un cocktail distinto todos los días
ruedas de caucho dudas vergüenzas.
Y esto es todo lo que tienes
mientras no hay nadie
y esto es todo lo que tienes
hace tanto que las chovas desveladas han huído
y nada poseías
sólo el frío de tus carnes.
Quédate
ya nunca más
sólo la esperanza necesaria de los pobres.
Estábamos ebrios
desnudos o con las mangas mojadas
así llovía sobre nosotros
y así simplemente éramos hombres
habíamos comido y llorado.
Ahora ya todo está demasiado endurecido
ni los rostros besados.
Te escribiré
que en todos los países hay ríos
y además encontrarás
tu cara de gusano
tatuada en la falda de una mujer inglesa
o en un vaso de cristal.
3 comentarios:
che diego, hiciste al final el fanzine con los dibujos que te mande????
Hola
¿Es posible que me envien este libro por correo? En bs as no se consigue.
Quisiera conseguir este libro.. como hago?
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